Al contrario que en otras capitales del sureste asiático, donde si se puede lo mejor es marcharse tan pronto como se aterriza, en Phnom Penh vale la pena hacer una primera parada. Si se tiene tiempo se pueden emplear varios días en descubrir las varias atracciones que tiene, pero si se tiene que priorizar en uno o dos días como máximo hay suficiente para ver lo más destacado.

Lo primero distinto en Phnom Penh respecto a otras ciudades grandes del continente es que, si bien no es comparable a ninguna ciudad occidental, tampoco reina el caos absoluto. Por la mayoría de calles, aunque sea muy intenso, el tráfico es relativamente ordenado, y pasear por muchas de ellas es hasta agradable.

Pasamos sólo un día y medio en la ciudad, suficiente para ver lo que queríamos ver. Básicamente visitamos 2 puntos clave: los campos de exterminio de los jemeres rojos y el mercado ruso. 2 atracciones antagónicas y a la vez clave para entender un poco más cómo es la Camboya de hoy y por lo que ha pasado el último siglo, y poder lanzarnos a descubrir el país con un poco más de conocimiento de causa.

Killing fields de Choeung Ek

Choeung Ek fue uno de los muchos campos de exterminio repartidos por Camboya, que sirvieron a los jemeres rojos (khmer rouges) para llevar a cabo su genocidio a lo largo de uno de los períodos más atroces de la historia del ser humano: la dictadura de Pol Pot, que duró 4 años entre 1975 y 1979.

El resumen, ya que no pretendo dar ahora ninguna lección de historia para la que, ni que quisiera, tengo los conocimientos suficientes, es que el hombre se fue a estudiar a París, allí entró en contacto y se vio influenciado por las corrientes socialistas del momento, y se fue pervirtiendo para ir acercándose a las ideas de Stallin y de Mao Zedong, para acabar superándolos a ambos, si cabe, en radicalidad y en atrocidades cometidas cuando llegó al poder mediante un golpe de estado en 1975. Los jemeres rojos no cometieron un genocidio contra un grupo concreto por su religión, raza o ideales políticos. Sencillamente pretendían hacer una depuración total de la población, para quedarse sólo con los que según ellos eran los más puros, y una ruralización forzada de toda la población, pues según las ideas maoístas de Pol Pot el país debía ser sostenido por los campesinos, que eran el pueblo camboyano puro.

Cualquier motivo podía condenar a alguien a la muerte: tener ascendencia vietnamita, discrepar en algo con el gobierno, ser o tener contacto con algún funcionario del antiguo gobierno, hablar en un idioma que no fuera khmer, ser budista… Incluso por llevar gafas podían ser llevados a un campo de exterminio. El horror no acababa aquí, pues a los que el régimen sí consideraba aptos para formar la nueva Camboya, los enviaron a trabajar al campo en unas condiciones infrahumanas que hizo que hubiera más muertos por enfermedades, hambre o sencillamente desfallecimiento que en los campos de exterminio. Aunque las cifras son difusas, se asesinaron entre 1,5 y 3 millones de personas, de los 7 u 8 millones de habitantes que tenía Camboya. 1 de cada 4 personas fueron asesinadas por el régimen, por no hablar de las familias que quedaron destrozadas por las muertes, por tener que cuidar a mutilados que no podían mantener o por haber sido los distintos miembros enviados a puntos alejados del país a realizar trabajos forzados, y jamás volvieron a reencontrarse.

Pero todavía hay más. Al ser tan reciente la historia de los jemeres rojo, se conservan fotografías, grabaciones, y recuerdos muy vivos de mucha gente que lo vivió en primera persona hace sólo unos años, lo que hace que la revivir la historia mientras se visita Choeung Ek, escuchando confesiones de verdugos y militares de los jemeres rojos y víctimas del régimen que sufrieron en carne propia las atrocidades cometidas, sea mucho más perturbador.

Al contrario que en los campos de exterminio nazis que pueden visitarse por el centro de Europa, donde uno puede hacerse la idea de cómo debía ser el lugar cuando estaba operativo, en Choeung Ek sería imposible adivinar lo que ocurrió allí sin la audio-guía. Sin las explicaciones que acompañan la visita, el lugar parece un espacio tranquilo para pasear alrededor de un lago, con hierba verde que lo hace incluso bonito. Es sólo cuando lo indica la audio-guía y uno mira más de cerca, que se pueden observar los pedazos de ropa y los huesos de las víctimas que la lluvia todavía va desenterrando.

En Choeung Ek hay un monumento conmemorativo con los huesos de las víctimas que se han ido encontrando.

En Choeung Ek hay un monumento conmemorativo con los huesos de las víctimas que se han ido encontrando.

Un lugar escalofriante sin duda, aunque lo teníamos que visitar para entender mejor al país que íbamos a conocer los próximos días. Al salir tardamos un rato en volver a soltar palabra. Había mucho por asimilar.

Mercado ruso

Si por algo es conocida Phnom Penh entre las capitales del sureste asiático es por sus mercados. En los más grandes uno puede pasarse horas perdido entre tiendas sin darse cuenta. Es cierto que los más conocidos hoy en día son mayormente un mercado turístico, aunque incluso en el mercado ruso, que es el más célebre, quedan partes donde la gente local va a comprar sus provisiones.

En el Psar Tuol Tom Pong, más conocido como mercado ruso porque los primeros que lo empezaron a frecuentar cuando Camboya se abrió al turismo eran los rusos, la estrella son los tejidos. Por un lado, hay prendas hechas de seda, cachemir o algodón para todos los gustos y extremadamente baratas, y por el otro hay la ropa de “marca”. Aunque uno pensaría que todo son imitaciones, muchas de las piezas que se venden están confeccionadas en las fábricas de las grandes marcas en Camboya o Vietnam, y son descartadas por tener algún defecto o llegan a estos mercados de manera “poco clara”. Otro hit son las joyas. Infinidad de joyerías venden millones de anillos, pendientes, pulseras y colgantes de plata, oro y piedras preciosas. También hay souvenirs para aburrir, y no se debería dejar de pasear por la zona de los comestibles y la comida callejera para ver la parte más auténtica del mercado.