La provincia más oriental de Camboya, junto con Ranakiri, merece una visita para conocer una parte distinta del país. Son las 2 provincias que delimitan al este con Vietnam y por lo tanto sus gentes sufrieron como los que más durante todo el ajetreo político del último siglo, con la guerra del Vietnam, la guerra civil camboyana, la ocupación vietnamita… Sin embargo, todavía hoy gran parte de la población de estas tierras viven en poblados tribales, con sus peculiares creencias y costumbres, y aunque los conflictos les pasaron literalmente por encima, ni entienden ni quieren entender los motivos por los que se mataban los distintos bandos, si es que hay algo que entender. El hombre del poblado bunong que nos explicaba por dónde llegaban los aviones que bombardeaban el bosque, del que vivía su tribu, y mataban a los elefantes, que son sagrados en su cultura, probablemente no sabía ni quién ni porqué lanzaba las bombas.
Historia y política al margen, los paisajes de esta parte de Camboya son bastante particulares. Los arrozales inundados dejan paso a una zona mucho más accidentada, donde los montes y el bosque tropical (allá donde todavía no ha sido quemado para conrear la tierra) dominan la escena. Uno de los grandes intereses de la región es visitar algún poblado de alguno de los grupos étnicos que viven allí. Uno de los más conocidos, por ser de los mayoritarios y por ser uno a los que más se han acercado el turismo, son los Bunong. Hicimos una excursión donde combinamos un trekking organizado por una organización que lucha por la recuperación de los elefantes en Mondulkiri, y una visita con pernoctación en un poblado bunong.
Desde Sen Monorom, el pequeño pueblo desde donde se organizan las excursiones, primero nos llevaron al poblado, donde nos dieron una pequeña explicación sobre la cultura bunong y sobre el Bunong Elephant Project. El poblado, a ojos ignorantes como los nuestros, es un pequeño pueblo, de unas 30 casas quizás, extremadamente rústico, repleto de niños descalzos, o desnudos, jugando por todas partes a perseguirse unos a otros o haciendo el cafre con bicicletas tan altas como ellos pero que dominan casi desde antes de caminar, mujeres trabajando la tierra o cuidando a los animales y algún hombre mayor sin hacer aparentemente nada (después supimos que los hombres del pueblo se van a trabajar al campo o al bosque de sol a sol).
De allí volvimos a subirnos al 4×4 hasta el punto donde iniciamos una excursión, más dura de lo que nos imaginábamos, y más teniendo en cuenta el suelo fangoso y resbaladizo debido a las lluvias recientes, hasta que dimos con una pareja de elefantes de los que actualmente se encarga el proyecto. Ahí, en medio del bosque, les dimos los plátanos que habíamos cargado cada uno hasta entonces. Una vez se terminó la comida (los elefantes nunca parecían tener bastante) seguimos con la excursión, ahora con los elefantes y sus cuidadores siguiéndonos, hasta que hicimos una pausa para comer el tradicional arroz de montaña con verduras y curry preparado dentro de unas cañas de bambú. Por la tarde, un rato más de excursión por el bosque hasta que llegamos a la cascada donde nos bañamos con los elefantes mientras los fregábamos con escobas. Fue una experiencia muy divertida y sin duda de las que se recuerdan para siempre. Finalmente, cuando todos tuvimos bastante, emprendimos el camino de vuelta hasta el 4×4 y de ahí hasta el poblado.

Los elefantes en el túnel de lavado.
Cuando llegamos, tuvimos tiempo hasta la hora de cenar de pasearnos por el pueblo, hablar con la gente que nos salía a saludar con sus 4 palabras de inglés, y tomarnos una cerveza para digerir la aventura. Después cenamos lo que nuestra “familia de acogida” nos preparó. Como no, arroz con curry, aunque éste fue quizás el mejor que probamos en todo el viaje. Nos habría gustado poder charlar más con ellos, pero a la mujer y a los niños sólo los vimos pasar un par de veces y el hombre sólo se sentó unos minutos con nosotros. Después de cenar, muy temprano, nos fuimos a dormir. No hay mucho que hacer cuando cae la noche; la vida local transcurre, literalmente, de sol a sol. Para acabar de hacerlo una experiencia auténtica, habíamos elegido dormir en hamacas, que es la forma tradicional. Aunque sonaba muy bien, y no nos arrepentimos de haberlo probado, el dolor de espalda del día siguiente explica que los bunong hayan decidido pasarse al colchón.
Aunque nosotros volvimos a Sen Monorom después de desayunar, hay varias opciones para hacer una excursión de más días, combinarlo con más trekking por la jungla, dormir en el bosque o pasar más noches en el poblado. Sea cual sea la opción que se prefiera, tanto la excursión con los elefantes como conocer de cerca una minoría étnica como los bunong son experiencias que recomendaría a todo el mundo que quiera llevarse un recuerdo inolvidable.
Que xulo!!!! Sona molt interessant