Nuestra idea era llegar a dormir a Tangalle, bastante al este de Galle siguiendo la costa, y parar en Koggala por el camino, pero no sabíamos si las combinaciones de transporte nos lo permitirían. Por suerte, el sistema de buses locales de Sri Lanka funciona bien y los autobuses, aunque no son lo más cómodo del mundo y a menudo van tan llenos que tienes que hacer parte del trayecto de pie, son muy baratos, salen con mucha frecuencia y permiten llegar a todas partes, así que antes de la hora de cenar estábamos en Tangalle habiendo visto por el camino lo que pretendíamos.

Nos saltamos dos puntos que están en el itinerario de muchos viajeros: Unawatuna y Weligama. Unawatuna es principalmente un destino de playa, que cambiamos por las playas de Tangalle, de las cuales teníamos mejores referencias. Aun así, puesto que nuestro siguiente destino es Maldivas, paraíso playero por excelencia, nuestra idea es no hacer excesiva playa en Sri Lanka. Por otro lado, Weligama es famoso sobre todo entre los surfistas, y ninguno de los dos está muy puesto en el tema. Así que decidimos buscar playas priorizando la arena que las olas.

En Koggala queríamos visitar la plantación de té Handunugoda y a ser posible ver los famosos pescadores que pescan aguantando el equilibrio sobre un palo clavado en la arena a lo largo de la costa sur ceilandesa. La visita a la plantación de té fue muy agradable. Las explicaciones que nos daba el guía que nos hizo la visita gratuita fueron interesantes y no se alargaron más de lo necesario. En teoría, en esta plantación se asegura que los recolectores trabajan en unas buenas condiciones, cosa que no pasa en la mayoría, donde el trabajo es duro, las jornadas largas y el salario ínfimo. Cuando salimos nos dirigimos a la playa y dimos rápidamente con los “pescadores” que buscábamos. El porqué de las comillas es el curioso espectáculo en que se ha convertido la antigua tradición y el proceso para conseguir la fotografía que decora la guía de Sri Lanka de la editorial más famosa del mundo para este tipo de libros.

Hoy en día, como era de esperar, nadie pesca postrado sobre un palo en la playa, sino que es meramente una atracción turística. Me recordó a los famosos pescadores del lago Inle en Myanmar, que pude ver el año pasado. Esto era previsible, lo que no nos esperábamos era que no se intente ni disimular y el negocio sea tan descarado. La cosa es así: Cuando llegas a la playa hay los palos clavados en el agua sin nadie encima y se te acerca un hombre que te pregunta si quieres sacar fotografías de los pescadores. La respuesta es evidente, pues lo normal es que a esas alturas ya lleves la cámara colgando del cuello o en la mano. Entonces empieza una negociación para acordar el precio y el número de pescadores que quieres sobre los palos. Tal cual. Sólo faltaría cerrar también el número de fotografías a las que tienes derecho. Como en toda negociación en Sri Lanka, hay que regatear duro. Considero que a nosotros, en general, no se nos da mal, y conseguimos pagar una quinta parte del precio original, para que sirva como orientación. Si te interesas por ellos, les preguntas de dónde son y finges creerte la historia cuando te cuentan que, aunque los de la playa de al lado sólo posan para los turistas, ellos son pescadores de verdad, podrás apretar más en el regateo, o como mínimo, conseguirás que posen con más entusiasmo.

Decidimos participar de la farsa porque decidimos que, por el precio que conseguimos, preferíamos verlo y fotografiarlo nosotros mismos que verlo en libros o por internet, y aunque ya no forme parte de la realidad del país, al menos sí de su historia. Y hay que admitir que la estampa es espectacular.

Pescadores aguantando el equilibrio para pescar en la playa de Koggala